Migrar a Canadá: ¿Por qué me siento así?
- Fran
- May 8
- 4 min read
Mudarse a otro país es mucho más que cambiar de casa: es un terremoto emocional. Aunque estés cumpliendo un sueño, también puedes sentir ansiedad, tristeza o no encajar. Y todo eso es normal.
Si eres inmigrante latino en Canadá y te preguntas por qué te cuesta tanto adaptarte, este artículo es para ti. Desde Victoria, BC (específicamente Langford) acompaño procesos de salud mental en español con perspectiva migrante. Conoce más sobre mi enfoque.
🖤 El duelo migratorio: lo que nadie te explicó
Migrar implica pérdidas: idioma, rutinas, comidas, cercanía familiar. Eso puede sentirse como un duelo, aunque no haya muerte.
Las emociones que pueden aparecer:
Negación o desconexión emocional
Ira y frustración con uno mismo o con el país
Nostalgia o fantasías de volver
Tristeza profunda: sentirte fuera de lugar
Aceptación: empezar a encontrar sentido en la nueva vida
Si esto te resuena, no estás solo. Aquí explico más sobre duelo migratorio.
😰 Ansiedad y síndrome del impostor: enemigos silenciosos
La adaptación puede traer preocupaciones constantes: trabajo, dinero, hijos, idioma.
La ansiedad se puede mostrar como insomnio, tensión muscular o pensamientos sin pausa (el famoso overthinking).
El síndrome del impostor aparece cuando dudas de ti mismo, incluso cuando estás haciendo todo bien. Puedes leer más de esto en este post.
Son síntomas comunes en migrantes porque todo se siente incierto. Hablar con alguien que entienda tu historia puede ayudarte. Explora opciones de terapia; puedes encontrar a un terapeuta en tu país de origen o buscar a un un profesional latino en Canadá y posiblemente aprovechar la cobertura de los benefits de tu trabajo.
💔 Relaciones bajo presión: pareja e hijos
Migrar como familia o en pareja tiene sus propios retos. Cada persona vive el cambio a su ritmo, y eso puede generar distancia emocional.
En pareja:
Se necesita comunicación clara y cariño para atravesar el caos juntos.
La terapia puede ser un espacio para reconectar.
Con los hijos:
Ellos también enfrentan su propio duelo.
Acompañarlos sin juzgar su nueva identidad es clave para fortalecer el vínculo.
Estrategias para adaptarte con más calma
✔️ Conecta con otros migrantes: redes de apoyo lo cambian todo.
✔️ Participa en la comunidad: talleres, voluntariados, eventos.
✔️ Aprende el idioma: muchas bibliotecas o iglesias ofrecen clases gratis.
✔️ Cuida tu salud mental: mindfulness, descanso, autocuidado.
✔️ Busca apoyo profesional: La terapia puede marcar la diferencia.
¿Y si esto fuera el comienzo de algo valiente?
Migrar no es fallar (incluso si consideras volver). Es comenzar de nuevo con más historia a cuestas. Permítete sentir, adaptarte a tu ritmo, y pedir ayuda cuando la necesites.
Estoy aquí para acompañarte desde la empatía y el conocimiento, con 15 años de experiencia como psicóloga en Chile y como counsellor y migrante en Canadá. Si quieres hablar sobre lo que estás viviendo, escríbeme o reserva una sesión — presencial o en línea — y lo exploramos juntos.
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Y si quieres aprender más acerca del duelo migratorio...

🧳 Profundizando en el duelo migratorio
El duelo migratorio no es un evento puntual, sino un proceso emocional que puede durar meses o incluso años.
A diferencia del duelo por una pérdida física, este se compone de pérdidas simbólicas: tu idioma, costumbres, afectos cotidianos, e incluso la imagen que tenías de ti mismo.
No es lineal
Puedes pasar por etapas como la negación, ira o tristeza… y luego volver a ellas más adelante. No es un retroceso, es parte del proceso.
Se vive en silencio
A menudo, sentimos que no deberíamos quejarnos porque “lo elegimos”. Pero eso no invalida el dolor ni las emociones que surgen. No es debilidad, es humanidad.
1. Negación y aislamiento
Al llegar, muchas personas se enfocan en lo urgente: conseguir trabajo, tramitar documentos, instalarse. Se evita pensar en lo emocional porque “no hay tiempo” o “no es tan grave”. Otras veces estamos maravillados con todo lo nuevo y "mejor", sin tener tiempo aún de sentir las pérdidas.
Ejemplo: Marta lleva tres meses en Canadá. Cada vez que alguien le pregunta cómo está, sonríe y dice “bien, todo súper”. Pero por las noches siente un vacío extraño que no sabe nombrar. Le cuesta aceptar que está triste.
2. Ira
Cuando lo cotidiano comienza a pesar, pueden surgir emociones intensas. Frustración con el idioma, con trámites que parecen imposibles, con la soledad o incluso con el propio país de origen por “obligarte” a irte.
Ejemplo: Luis intentó abrir una cuenta bancaria y le pidieron varios documentos que aún no tiene. Sale furioso y piensa: “¿Por qué me vine a este país si allá tenía todo?” Luego se siente culpable por pensar así.
3. Negociación
Aquí aparece la fantasía de que quizás hay una solución rápida para dejar de sentir tanto. Se sueña con volver, con mudarse a otra ciudad, o con replicar exactamente la vida anterior en el nuevo lugar.
Ejemplo: Ana comienza a buscar pasajes a su país. No piensa en viajar aún, pero solo mirar precios le da una sensación de alivio. También empieza a cocinar las mismas comidas de siempre y a evitar todo lo nuevo.
4. Tristeza profunda
Es una etapa delicada, porque aparece una sensación de pérdida más clara. Se puede sentir que no se pertenece en ningún lado, o que uno ya no es la misma persona.
Ejemplo: Pedro escucha una canción en español en el supermercado y se le llenan los ojos de lágrimas. No extraña algo en particular, pero siente una mezcla de nostalgia, desarraigo y cansancio emocional que no logra explicar.
5. Aceptación
No es resignación ni olvido. Es aprender a convivir con la pérdida y también con lo nuevo. Es cuando se empieza a integrar la historia personal a esta nueva etapa, sin necesidad de negar ni idealizar.
Ejemplo: Carolina aún extraña su país, pero ahora se siente más cómoda en su rutina en Vancouver. Tiene amigas canadienses y latinas, y en su casa hay mate, pero también flores del mercado local. A veces se ríe sola de cómo mezcla ambos mundos.
Conclusión: una identidad migrante, no fragmentada
Transitar el duelo migratorio no significa dejar de sentir. Significa hacer espacio para todo lo que somos y fuimos, sin avergonzarnos por las emociones que surgen. Reconocer estas etapas nos ayuda a comprendernos con más compasión, a bajar la autoexigencia, y a encontrar sentido incluso en medio del desarraigo.
La migración no te quita quién eres. Solo te pide que lo rearmes con otras piezas.
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